lunes, 16 de julio de 2007

HAMBRIENTOS DE PAN

Un año más, nos sumamos con todo cariño al Boletín que edita la Hermandad de la Virgen del Carmen –nuestra Hermandad-, siempre dispuesta a colaborar con nosotros, cuando ya preparan con entusiasmo y devoción la devoción la procesión que recorrerá nuestras calles acompañando a la Señora. A Ella, a la Madre de Jesús, nos encomendamos siempre para que interceda por los más necesitados de la Tierra.

Con el eco todavía cercano del Corpus Christi - Día de Caridad, hacemos una reflexión sobre las palabras que seguramente todos oímos.

HAMBRIENTOS DE PAN

Ayer

Una persona hambrienta siempre ha sido una miseria, quizá una desgracia, condenada a una muerte prematura. Una persona que mendiga un trozo de pan es una criatura carente de los derechos más fundamentales, una caricatura de hombre y de hijo de Dios.

Por eso Jesús un día multiplicó los panes y los peces, como signo de una nueva creación. El alimento, primero compartido, después bendecido y multiplicado, después sobrante y recogido, es un ejemplo a seguir, marca unas pautas de comportamiento. Se trata de sumar y compartir, de respetar y agradecer, de multiplicar y bendecir, de guardar y prever, con prudencia o providencia y austeridad.

No quiso Jesús convertir las piedras en pan, porque sería soluciones mágicas y vanidosas, que no educan ni salvan. Tampoco dio de comer a todos los pobres todos los días, pues no era ésta su misión. ¿Qué iban a hacer los agricultores, panaderos, economistas y políticos?
Lo suyo era iluminar, enseñar el camino a seguir. Lo mismo que cuando curaba enfermos; quería decir que la fe, la cercanía, el amor generoso, hacen milagros.

Hoy

Si hablamos, no de hace dos mil años, sino de nuestra realidad económico-social, diremos que una persona mal nutrida, prematuramente envejecida, que llega a morir por hambre o enfermedades derivadas o enfermedades que podrían ser curadas, no sólo es una miseria desgraciada, sino una blasfemia y un sacrilegio; o si preferimos un lenguaje secularizado, diremos que es una tremenda injusticia, una crueldad inhumana, una corrupción de personas y sistemas, una perversión de las estructuras políticas, económicas y sociales.

Hoy tenemos alimentos suficientes para alimentar a una humanidad muy superior a la que existe, hoy tenemos medios suficientes para convertir nuestra tierra en un paraíso, hoy podemos hacer un mundo nuevo. Pero nos falta voluntad y luz. Somos a la vez grandes y enanos. Nos sobra inteligencia y nos falta corazón. Hoy no haría falta multiplicar los panes y los peces, sino que bastaría con dividirlos equitativamente. Aprender a mirar, a sentir y a dividir. No carecemos de alimentos, sino de sentimientos. Carecemos de luz, el egoísmo nos ciega. Seguimos sin ver al que está herido en el camino. Padecemos sordera y aturdimiento, seguimos sin escuchar los gemidos de Lázaro.

En el mundo desarrollado la carencia no es tanto de pan, sino de palabra. No nos referimos a hora solamente a la palabra de Dios, sino a toda palabra que ilumina y humaniza. Nos encontramos con una sociedad que consume palabras, imágenes, música, pero no saborea; hay carencias de ideales y valores. Ya no se trata de no tener hambre de palabra, sino de algo peor, no tener hambre de nada. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, de verdad, de libertad, de solidaridad, de amistad, de Dios.

Cáritas Parroquial